Capítulo 15
4 Al tercer día, cuando hubo terminado su oración, se quitó sus vestidos de penitencia y se puso su traje de gala.
5 Deslumbrante de belleza, invocó al Dios que todo lo ve y que salva, luego tomó a dos de sus damas:
6 se apoyaba en una de ellas,
7 mientras que la otra la acompañaba, sosteniendo la cola de su traje.
8 Estaba en la cumbre de su belleza, estaba sonrojada y su rostro irradiaba confianza; sin embargo el miedo hacía estremecer su corazón.
9 Después de haber atravesado todas las puertas, se presentó ante el rey. Este estaba sentado en su trono real, revestido de todos los ornamentos para las fiestas solemnes: el brillo del oro y de las piedras preciosas lo hacían aparecer terrible.
10 Resplandeciente de gloria levantó la vista y lanzó una mirada furiosa. La reina se desmayó, se puso pálida e inclinó la cabeza sobre la dama que la acompañaba.
11 Dios entonces transformó el corazón del rey y lo dispuso a la ternura. Muy preocupado, el rey se levantó de su trono y la tomó en sus brazos hasta que volviera en sí. La reconfortaba con palabras llenas de delicadeza:
12 «¿Qué te pasa Ester? ¡Soy tu hermano!
13 Tranquilízate, no morirás. Nuestro decreto se refiere a la gente común, acércate».
14 Levantó luego su cetro de oro y lo puso en el cuello de Ester, la abrazó y le dijo: «Háblame». «Señor, respondió ella, te vi como si fueras un ángel de Dios.
15 Tu gloria inspira terror y mi corazón se estremeció. Porque tú eres admirable, señor, y tu rostro es encantador».
16 Mientras hablaba, se desmayó nuevamente; el rey estaba muy preocupado y sus cortesanos trataban de reanimarla.